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viernes, 11 de julio de 2008

Reykjavik, Islandia : Martes 11 de julio de 1972 18:05

Colaboración de Edgar Araya.


El campeón mundial vigente, el soviético Boris Spassky mueve su peón de dama dos casillas adelante, por fin el mundo no puede esperar al nuevo campeón, y el aspirante, Bobby Fischer responde con su caballo de rey y lo coloca a tres casillas por delante de su
alfil de rey.

“El match del siglo” recién empieza. Spassky carga sobre sus hombros los resultados de tres triunfos y dos tablas (+3-0=2) sobre el norteamericano. Sin embargo, el campeón le preocupaba los últimos resultados de Fischer, totalmente inéditos en el mundo del ajedrez competitivo: diecinueve triunfos sorprendentes en fila, las ultimas seis partidas del torneo de Palma de Mallorca, y trece en los encuentros individuales de candidatos (seis a Taimanov, seis a Larsen y más la primera del match con Petrosian).

Poco a poco por inversión de jugadas la partida deriva de un gambito de Dama a una defensa Nimzoindia un poco equilibrada. Cuando todos señalaban que la primera partida terminaría en unas indiscutibles tablas, el aspirante realiza un dudoso sacrificio de un alfil por dos peones con lo cual Spassky logra aumentar un triunfo más a su favor. Pero el sabor de la miel no le duro mucho…

Este match represento en su momento la lucha de dos bloques oriental-comunista, liderado por la Unión Soviética y occidental-capitalista, liderado por Estados Unidos, puesto que el mismo se desarrollo durante la Guerra Fría (1948-1985). Hoy se cumple treinta seis años de aquel reñido encuentro, y por tanto, con esta nota no solo quiero recordar al campeón mundial más grande de la historia del ajedrez moderno: Robert James “Bobby” Fischer (1943-2008) sino también recordarles que debemos estar pendientes de los cambios que estamos viviendo en el ajedrez organizado de nuestro país, y que mejor momento, recordando a Fischer, quien en su época lucho hasta el cansancio por lograr mejores condiciones a los jugadores, a sus colegas.

Para complementar esta nota he querido agregar un ingrendiente indispensable un artículo que un contemporáneo y amigo de Fischer escribió sobre él, el gran maestro soviético Eduard Gufeld.

1 comentario:

Alekhiniano dijo...

FISCHER TAL Y COMO YO LO CONOCÍ
Por GM E. Gufeld

En 1967 debía celebrarse en Sousse (Tunicia) un torneo Interzonal. En un principio, Fischer no se mostró interesado en participar a causa de los reducidos premios; sin embargo, más tarde aceptó jugar. Yo viajé a Sousse como entrenador de Geller. Fue allí donde conocí a FischeAl ser presentados exclamó: “¡Gufeld! ¡Yo te conozco! He visto tu partida contra Smyslov...”.


Justo antes de la inauguración del torneo, los ajedrecistas soviéticos se encontraban jugando al dominó en la sala de estar del hotel. Pronto Bobby se acercó, saludó a los jugadores y se quedó observando aquel juego que, como supimos más tarde, no había visto nunca antes. Al cabo de pocos minutos solicitó ser admitido en la partida y, por extraño que pueda parecer, demostró ser un jugador de alta categoría en este difícil juego... Después del torneo, ¡decidió llevarse la caja de dominó a América!


En aquel tiempo se hacían muchos comentarios y especulaciones sobre la retirada de Fischer del torneo. Como testigo ocular, me gustaría recordar los acontecimientos que precedieron a aquella retirada.


Se había dictado una orden especial que permitía a Fischer no jugar en sus días de fiesta religiosa. Desgraciadamente, esos días se sucedieron rápidamente y Fischer tuvo que saltarse varias partidas. El jurado decidió que Fischer debería jugar aquellas partidas en un semana para alcanzar a los demás jugadores. Fischer estaba indignado y pidió un día libre más. Los árbitros no consintieron en variar su decisión un ápice, puesto que había sido culpa de Fischer si éste no había jugado las partidas cuando estaba previsto. Bobby no se presentó a la partida contra Gipslis y se le contabilizó como partida perdida. Al saber lo ocurrido Fischer protestó y, al ver su queja desestimada, se marchó a Túnez.


Una delegación en son de paz fue enviada a Túnez. Persuadieron a Fischer para que regresase a Sousse. Jugó varias partidas y preguntó cuándo se celebraría su partida contra Gipslis. Los árbitros respondieron que no pensaban reconsiderar su decisión y, de nuevo, Fischer se desplazó a Túnez. Una vez más hubo negociaciones y promesas para reconsiderar el asunto de Gipslis. Fischer volvió y disputó una partida más. Llegó el día en que el torneo alcanzaba el “ecuador”. Bobby debía jugar frente a Hort. Fue entonces cuando Fischer hizo gala de sus mejores cualidades. La cuestión es que si un jugador se retira de un torneo habiendo jugado menos del 50% de las partidas, todos sus resultados son cancelados. De otro modo, se considera que ha perdido todas las partidas no disputadas. Como es sabido, el resultado de un sorteo artificial en Sousse fue que durante la primera mitad del torneo Fischer debía enfrentarse a los ajedrecistas soviéticos (y jugó con mucho éxito). En la segunda mitad del torneo, debía enfrentarse a los ajedrecistas yugoslavos, que eran los principales rivales de los soviéticos. Si Fischer se hubiese retirado después de la partida de Hort, todos nuestros rivales habrían conseguido un punto decisivo y se habrían clasificado para el ciclo de candidatos. Así pues, antes de su partida con Hort, Fischer quiso saber de una vez por todas si podría jugar su partida contra Gipslis. “Si juego esta partida hoy y luego me retiro del torneo -dijo Bobby-, no sería justo para mis colegas.

Pero no pienso continuar con un no presentado.” Los árbitros se hallaban ante un dilema sin solución. Permitir que Fischer jugase la partida que faltaba iba contra las normas pero si no la jugaba Fischer podría retirarse... Finalmente, Bobby obtuvo otro no presentado y volvió a marcharse a Túnez. Según las reglas, cada ajedrecista puede faltar únicamente a dos partidas. Si no se presenta a una tercera partida, queda automáticamente expulsado del torneo. Después de Hort, el siguiente adversario de Fischer era B. Larsen. La partida se fijó para el sábado.

Ese día Bobby solía sentarse al tablero sólo a las seis de la tarde (una hora después del comienzo de la ronda), que era cuando su religión le permitía empezar su vida mundana. Tras más negociaciones en las que participó el embajador de EE.UU. en Tunicia, Robert se dejó convencer para continuar el torneo con dos partidas no presentadas. Los árbitros pidieron a Larsen que la partida comenzara a las siete, de modo que Fischer tuviese tiempo de recorrer los 150 km que separaban Sousse de la capital. La embajada americana envió su coche más rápido y la carretera fue patrullada por un helicóptero de la policía, que daba luz verde al coche que transportaba a Bobby. No obstante, a las seis enpunto hubo una llamada desde la capital y, desde entonces, la conexión telefónica entre Sousse y Túnez funcionó durante una hora.

Durante todo ese tiempo yo estuve en una cabina de teléfono desde donde el segundo de Fischer, el periodista yugoslavo D. Bjelica, estuvo hablando con Fischer. Bobby pedía que el jurado reconsiderase su decisión de manera que pudiese jugar las dos partidas que habían sido declaradas perdidas. Bjelica conversó con los árbitros, quienes ratificaron su decisión. Intenté persuadir a Fischer pero él insistía... Probablemente, en aquel momento Fischer todavía pensaba que podría llegar a las siete. Pero el tiempo apremiaba... A través del teléfono perdía su confianza y persistía en su petición. Diez minutos más tarde su reloj se activaría y al cabo de una hora, la partida se contabilizaría como otra derrota. A las siete en punto Fischer se resignó... Oímos la voz de un hombre desesperado que estaba dispuesto a continuar el torneo con dos puntos menos, pero le rogaba a Larsen que lo esperase. Todo el mundo corrió hacia Larsen y le pidió que aceptase. Pero la respuesta del danés fue firme: “¡No! ¡El reloj se ha puesto en marcha!”.

Una hora más tarde la partida fue declarada victoria de Larsen y durante tres años se mantuvo alejado de las competiciones para el Campeonato del Mundo. En aquel momento, con 8,5 puntos de 12 posibles (¡y con dos partidas menos!), Fischer iba en cabeza. Estoy convencido de que, de haber continuado el torneo, se habría convertido en un aspirante... La excéntrica conducta de Fischer y sus actos poco ortodoxos le merecieron una dudosa reputación. Sin embargo, el carácter de Bobby y la extravagancia siempre iban juntos y lo que más le caracterizaba era su fanática devoción por el ajedrez. Sería difícil encontrar un hombre que haya consagrado su vida al ajedrez más que Bobby. Ante la pregunta de si tenía muchos amigos, Bobby respondía invariablemente: “Todos aquellos quienes aman el ajedrez”. Siempre se ha mostrado educado con los ajedrecistas. Ante el tablero, Fischer siempre ha sido un caballero, extremadamente correcto y culto. Siempre defendió las buenas relaciones entre los jugadores. Tras el Torneo de Candidatos que se celebró en Curaçao, Fischer se negó a volar en el mismo avión que Benko porque sospechaba que había vendido su última partida. Su enorme sentido de la dignidad y honrada actitud hacia el ajedrez quedaban embellecidos por su inocencia infantil. Me gustaría mencionar algunos episodios de los que fui testigo.

Un día un grupo de grandes maestros se reunió en una playa mediterránea. Decidí jugarle una broma a Fischer y me puse de acuerdo con los otros grandes maestros. Le propondría una posición difícil de resolver y mientras pensaba, todos los demás asegurarían que la posición era fácil y que todos habían encontrado lasolución menos Fischer. Abrí mi juego de ajedrez de bolsillo y le mostré la posición a Fischer. La solución no es obvia: 1. Df5+ g6 2. Df6!! y no hay defensa contra 3. Dg7+ Txg7 4. Cf6 mate (2. ... gxh5 3. Dxh6 mate). “¿Quieres que te demos una pista?”, preguntaban los grandes maestros sarcásticamente. “¡No, no! ¡Quiero hacerlo solo!”, replicaba el gran maestro americano. Imaginaos aquel genio del ajedrez, incapaz de encontrar la solución que parecía obvia a todos los demás. El horror se reflejaba en el rostro de Robert, el horror de que su reputación como prodigio del ajedrez quedase hecha pedazos. Un minuto más tarde encontró la solución. Su cara, que hacía un instante había mostrado tanta desesperación, brillaba ahora con tal felicidad que me hizo pensar en la expresión de Arquímedes al exclamar “¡Eureka!”. No creo que ningún actor en todo el mundo pudiese imitar aquel cambio del horror a la felicidad que se produjo en el rostro de Fischer...

En otra ocasión, Averbaj, Fischer y yo fuimos a la playa para ver quién nadaba y se sumergía mejor. Pronto la superioridad de Averbaj en estos deportes se hizo patente. Sin embargo, no pudo disfrutar de su victoria a causa de un pececillo que pisó al salir del agua. El pie de Averbaj se inflamó y, en aquel momento, todos pudieron ver a Fischer ofreciendo todo tipo de consejos médicos. Probablemente sus recomendaciones ayudaron, o tal vez fue el excelente estado de salud de Averbaj, el caso es que éste pronto se sintió mucho mejor. En el Torneo Interzonal de Palma de Mallorca obsequié a Fischer con mi libro La Defensa Siciliana, Variante del Dragón. Él, a su vez, me regaló su obra Mis 60 mejores partidas, que muy pronto pasó a ser una pieza bibliográfica rara. Yo le firmé mi libro y le pedí a Fischer un autógrafo.

Me contestó: “Mañana”. A la mañana siguiente Bobby me pidió otro ejemplar del Dragón. Al cabo de poco tiempo me devolvió el libro con una sonrisa culpable y añadió: “Créeme, te servirá más este autógrafo”. Abrí el libro y en la página del título leí el siguiente cumplido: “Para Gufeld. Un libro muy interesante. Bobby Fischer, 20 de diciembre de 1970”. Estoy muy orgulloso de poder contar a Robert entre mis amigos. Fue una agradable e inesperada sorpresa que Geller me diera recuerdos suyos en Lone Pine en 1980. Durante el torneo de Sousse hablé a menudo con Bobby. Jugamos al fútbol y nadamos. Resultó que, además del ajedrez, teníamos muchas otras cosas en común. En el Torneo Interzonal de Palma de Mallorca (1970) pasamos mucho tiempo juntos. Bobby a menudo me pedía que le mostrara combinaciones interesantes. Una vez me llevó a un rincón abandonado de la mano de Dios, bajo una escalera, y me pidió que lemostrase alguna posición. “Así nadie nos molesta”, explicó Fischer. En 1982, Maya Chiburdanidze y yo jugamos en Vinkovci (Yugoslavia), donde Fischer había jugado diez años atrás. Fue allí donde conoció a Angelico Bilaich, quien nos invitó a su casa. Bilaich conoce muchos detalles sobre Fischer, pero cuando le pedí que escribiera algo sobre el Gran Maestro americano, se negó con el argumento de que no tenía derecho de escribir nada sobre Fischer sin pedirle primero permiso a él. Sin embargo, si todos nosotros hubiéramos seguido esta regla, ¡muchos detalles sobre las vidas de personas muy notables no habrían salido a la luz! Bilaich me contó, no sin un cierto sentimiento de culpabilidad, que una vez llevó a Fischer a casa de un amigo cuyo hijo estaba absorto jugando al ajedrez. Cuando los adultos abandonaron la mesa, el chiquillo le rogó al Gran Maestro que jugase una partida con él. Robert se desconcertó, muy pocos adultos osaban batirse con él. Bilaich recordó que de regreso a su casa Fischer estuvo muy silencioso. Parecía estar obsesionado por algún pensamiento desagradable. Finalmente, confesó a Angelico que no estaba seguro de haber hecho bien ganando las seis partidas. Admitió que, antes de comenzar la última partida, temió que el joven perdiese todo su interés por el ajedrez al verse “aplastado” de aquella manera... Sin embargo, Fischer ganó también aquella partida. No cedió a la tentación de dar una alegría al niño, pero tampoco permitió que el chiquillo dudase de la sinceridad de los adultos.


Al leer algunas historias de ciertos periodistas que califican a Fischer de “asesino delante del tablero”, siempre recuerdo este episodio y no puedo dejar de admirar la inocencia infantil de Fischer. Recuerdo que un periodista extranjero le hizo a Fischer una pregunta muy poco diplomática: “Bobby, ¿qué es más importante para usted, el ajedrez o el dinero?”. Fischer enrojeció, me miró y le dio la espalda al periodista. Las exigencias económicas que Fischer planteaba a los organizadores de actividades ajedrecísticas originaron una impresión de codicia excesiva. Esto no del todo exacto. En mi opinión, el dinero para él no jugaba un papel habitual. Juzgad por vosotros mismos. Fischer estuvo a punto de perder su match contra Spassky porque pedía el doble de la cantidad que había establecida como premio. Posiblemente pensaba que si el premio (125.000 dólares) se doblaba, también la importancia del match sería el doble y ¡tal vez también la importancia del ajedrez! El dinero no era tan importante para él. Pocos meses después del match Fischer rechazó un contrato de 10 millones de dólares por permitir que su nombre fuera utilizado con fines publicitarios. Fischer estaba obsesionado con la idea de ensalzar el prestigio del ajedrez. ¡Y en América el dinero es lo más importante! Por eso pedía mayores premios y mejores condiciones para los jugadores. Los americanos llegaron a la Olimpiada de Lugano con Fischer y Reshevsky. Querían derrotar al equipo soviético. Pero Bobby vio la sala donde debía celebrarse el torneo y no le gustó. “Van a fumar aquí, delante mismo de los ajedrecistas -dijo-. Esta sala no está diseñada para el ajedrez. Si no mejoran las condiciones, yo no pienso jugar aquí.” Fischer abandonó Lugano sin cobrar nada, pero demostró que tenía firmes principios. Los acontecimientos siguientes demostraron que tenía razón. Al final de la competición muchos de los participantes se quejaron de que las condiciones de juego eran insoportables. En aquellos años, las competiciones que se celebraban en el extranjero a menudo tenían lugar en salas ruidosas, llenas de humo y atestadas de gente. En la actualidad, la situación ha mejorado y probablemente se lo debamos a Robert Fischer.

Robert Fischer es una leyenda contemporánea del ajedrez. Sus contribuciones al ajedrez son incalculables y siempre formará parte de la historia del ajedrez. Pienso que la tragedia de Fischer debe buscarse en el hecho de que, al haber evitado completamente las competiciones después del match con Spassky en 1972, sacrificó lo más preciso de su vida: el ajedrez. ¿Por qué? Nadie puede responder a esta pregunta. Tal vez Fischer tomó este paso conscientemente y, arrastrado por su sincero deseo de hacer que el ajedrez fuese más popular, quiso crear una nueva leyenda. De vez en cuando se han publicado en la prensa insinuaciones sobre el regreso de Fischer al escenario. Personalmente, nunca creí que esto llegase a ocurrir, puesto que durante el exilio voluntario de Fischer el ajedrez ha recorrido un largo camino. Fischer ya no podría volver al ajedrez y derrotar a todo el mundo. Si regresase sería para perder y no creo que ni Fischer ni el ajedrez obtuviesen ningún provecho de esto. La leyenda podría desvanecerse.