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jueves, 17 de abril de 2014

Gabo ya no volverá a jugar ajedrez

Falleció el genio de la literatura universal Gabriel García Marquez a la edad de 87 años. Les traemos un reportaje especial hecho hace 4 años, en el que el periodista Oscar Domínguez nos cuenta un poco sobre la relación que Gabo tenía con el mundo de las 64 casillas.

Enviado por el Periodista Oscar Dominguez
Gabito pasa al tablero… del ajedrez

Apertura
A los seis años, de los 83 que tiene, García Márquez logró su primer triunfo literario gracias a un imaginativo tsunami de belleza llamado ajedrez. Tal vez por esta feliz circunstancia, personajes de algunas de sus ficciones mueven las piezas. Lo hacen con más ardor que técnica. Se les perdona.

Seguramente, el descubrimiento del juego en el que se debaten el “tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre discreta y peón ladino”, según la descripción de Borges, tuvo en el niño Gabito impacto similar al que sufrió el coronel Aureliano Buendía cuando conoció el hielo.


Claro que para conocer intimidades del juego de los escaques, el exniño prodigio de Aracataca tuvo que esperar hasta cuando hizo cursillo de cachaco en Bogotá. Las primeras letras ajedrecísticas se las impartió en medio del humo del café El Automático un poeta que jugó con Philidor “a los escaques. En escaques soy ducho y en las damas un hacha”. ¿Su nombre? Sí, lo sé y sí lo digo: el maestro León de Greiff.

El pequeñín caribe que cambiaría la v de escritor novel por la b larga de Nobel, paraba la oreja para pescar en la cháchara de los iluminados, pistas que mejoraran su formación literaria.

Apenas ocho palabras tiene la frase del crío que se puede considerar, “torciéndole el cuello al cisne”, la primera piedra de lo que sería su Nobel de Literatura: “El Belga ya no volverá a jugar ajedrez”. 

La pronunció un domingo al abandonar con su alcahueta abuelo la casa donde habían visto el cadáver del suicida europeo que había pasado a peor vida gracias a una sobredosis de cianuro después de ver la película Sin novedad en el frente. Para no desertar solo, su perro despachó idéntico menú.

El Belga y el coronel disputaban partidas de ajedrez “mudas e interminables” en presencia del niño que en el fondo debió celebrar el suicidio del rival de su alcahuete pariente. De regreso a casa, el coronel contó la salida de su nieto como una genialidad.

“Hoy me doy cuenta, sin embargo, de que aquella frase tan simple fue mi primer éxito literario”, escribió Gabo en su autobiografía.

La familia del coronel no sólo aplaudió la metáfora, sino que a medida que la repetía ante familiares y visitantes, le iba sumando arandelas. Las versiones fueron tantas y tan disímiles que “terminaban por ser distintas de la original”, cuenta el fabulista.

Esa capacidad de distorsionar la realidad, sería básica en su formación de narrador, o sea, de “mentiroso que siempre dice la verdad”, dicho sea con don Jean Cocteau.

“Me aburrían las partidas de ajedrez con el belga y las conversaciones politicas”, garrapateó el de Aracataca.

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